el silencio no es ausencia

el silencio no es ausencia

Até la bicicleta a un árbol. Estaba exhausta y sentía dentro una bola pesada, flotadora; que con cada movimiento se precipitaba contra mis bordes quebrándolos, debilitándolos.
Llegué hasta el río y le rogué a su corriente que me lave, como un viento de agua.
Tiritando, encontré las piedras, la arena. El sol se convirtió en una línea subiendo por mis tobillos. De a poquito me desgrané incansable hasta la quietud.
Quién podría decir que las rocas por silenciosas están ausentes. Las miro de reojo, tan ahí, serenas y contundentes.

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